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lunes, 14 de mayo de 2018

UN IMBÉCIL SUPREMACISTA AL FRENTE DE LA GENERALIDAD CATALANA.



El nuevo Presidente de la Generalidad de Cataluña y vicario de Puigdemont  Joaquín Torra es el autor del deleznable siguiente texto:

“En Espanya (…) mestizaje que se reconoce por unos caracteres morfológicos externos (cabellos más oscuros y rizados y color de la piel más oscuro y que es debido a mayor poder pigmentario y no al sol), además el ángulo anterior mandibular es inferior al del catalán.
Se puede considerar al espanyol  como un elemento de la raza blanca en franca evolución hacia el componente racial africano-semítico (árabe). El coeficiente de inteligencia de un espanyol y un catalán según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Educación y Ciencia espanyol da una clara ventaja a los catalanes.
La progresiva degradación racial espanyola puede contagiarse a los catalanes debido a la fuerte inmigración, los frutos se pueden ver si observamos la diferencia caracteriológica entre el hombre del campo, no contaminado por el linaje espanyol, y el de las ciudades.
El carácter trabajador y europeo del catalán es un factor anímico bien contrario al gandul y pro-africano espanyol.
Por todo esto tenemos que considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la espanyola y por tanto el catalán es superior al espanyol en el aspecto racial“.
Traducido del original en catalán y archivado en la UAB 1982.

¿Parece increíble, verdad? Pues es cierto. Alguien que es capaz de escribir semejante basura es un auténtico miserable además de un majadero, por “molt honorable” que sea. Estas lindezas y muchas otras a través de tuits son las que este impresentable dedica a los españoles. Pero, cuidado, esto es mucho más serio de lo que a primera vista pudiera parecer.

El nuevo Presidente de la Generalidad de Cataluña es un racista de primer orden. Su pensamiento político y ético, si es que se le puede calificar de tal, entronca perfectamente con los nacionalcatalanistas de finales del S. XIX, Valentín Almirall, Gener y Babot o Joaquín Lluhí i Rissech y con los nazis Alfred Rosenberg o Adolf Hitler.

Todos parten de un falseamiento constante de la historia, del pasado, de las leyendas construyendo un relato que les permita establecer la existencia de una raza superior, la catalana en el caso de los primeros, la raza aria en el caso de los segundos. Estas supuestas razas superiores han sido, según esta gente, las promotoras y generadoras de diferentes culturas desde la egipcia hasta la griega. Y tanto los racistas catalanes, como el propio Joaquín Torra, como los racistas arios, los nazis, alertan del peligro que supone para la supervivencia de su raza superior la contaminación que se produce con las mezclas raciales que, según ellos, conlleva un inevitable resultado degenerador. Racistas catalanes y racistas nazis comparten además la necesidad de la existencia de un “espacio vital” para la prosperidad de sus razas, la necesidad de un espacio vital que inevitablemente otorga por el hecho de servir a una raza superior al derecho a anexionarse los territorios limítrofes que ellos consideren imprescindibles para preservar su superioridad racial. 

El Lebensraum del Tercer Reich traducido según Adolf Hitler  en el derecho moral de los alemanes de adquirir territorios ajenos gracias a los cuales se espera atender al crecimiento de la población. 

Y, en el caso del Sr. Torra y sus correligionarios el derecho de los catalanes a constituir los “Països Catalans” anexionándose los territorios vecinos.

Es evidente que el paralelismo entre los nazis y los separatistas catalanes es indudable. Nada puede ser más vil y abyecto que creer en la superioridad de unos seres humanos sobre otros en función del color de la piel o de unas supuestas ventajas genéticas. La experiencia histórica es muy aleccionadora: quienes se creen superiores en virtud de su raza, se creen con el derecho moral a adoptar cualquier decisión que sirva a la preservación de la misma incluyendo la eliminación física de quienes puedan ponerla en peligro.

¿Puede alguien hoy imaginarse que en Alemania fuera legal que un sujeto con las ideas de Joaquín Torra pudiera presentarse a unas elecciones, que fuera elegido y que pudiera alcanzar la Presidencia de un Estado federal? Creo que no.

¡Ojo! El peligro está ahí. Los supremacistas nazis o catalanes son iguales. Que nadie se engañe. Un supremacista sólo ansía la supervivencia de su raza sobre las demás y no vacilará en usar cualquier medio para conseguirlo.

Santiago de Munck Loyola


lunes, 7 de mayo de 2018

Ni un paso más atrás.


Si hay un bien de incalculable valor que poseemos los ciudadanos españoles, ése es precisamente el idioma español. Es la segunda lengua del mundo por el número de personas que la hablan como lengua materna tras el chino mandarín, la hablan 572 millones de personas y puede ser considerada la tercera lengua del mundo por el total de hablantes tras el chino y el inglés. El español es la tercera lengua más usada en la comunicación internacional después del inglés y del francés, siendo la tercera lengua más utilizada para la producción de información en los medios de comunicación​ y también la tercera lengua con más usuarios de Internet, tras el chino y el inglés. 

Sin embargo, en España no sólo no cuidamos debidamente este tesoro especialmente maltratado en muchos medios de comunicación, sino que además en muchas Comunidades Autónomas determinados políticos han convertido al español en una pieza de caza a abatir.

A lo largo de las últimas décadas, los independentistas, los enemigos de la nación española, han ido construyendo un relato falso de la historia y presentan día a día una visión igualmente distorsionada del presente para inculcar en el imaginario colectivo la singularidad comunitaria, el victimismo y, consecuentemente, la necesidad de la independencia. Han sido décadas en las que, de una parte, el control de la educación, cedido por el Estado, ha sido determinante para moldear a las nuevas generaciones y, de otra, el control de los medios de comunicación regados con ingentes recursos públicos ha servido para difundir un mensaje permanente al servicio de su causa.

Y en este contexto el uso del idioma ha sido clave para construir un relato sectario y una nueva realidad acomodada a los objetivos políticos separatistas. La progresión en la existencia de unos más que discutibles conflictos lingüísticos ha sido perfectamente diseñada siguiendo una lógica y progresiva estrategia de reivindicación, confrontación y, finalmente, de exclusión del español como lengua común de todos los ciudadanos.  Mientras que el uso de los idiomas como instrumento de confrontación ha sido perfectamente instrumentalizado por los separatistas, las demás fuerzas políticas y la mayoría de la población han ido cediendo posiciones en aras de una malentendida corrección política e incluso de supuesto progresismo. Lo que ocurre en España en torno al español es inconcebible en ninguno de los países de nuestro entorno. Nadie en su sano juicio admitiría que en Francia, en Italia, en Portugal o en Alemania no se pueda estudiar en la lengua materna, que el estado, a través de las autonomías, imponga en los estudios el uso vehicular un idioma regional. Si le cuentas a un británico que hay territorios españoles en los que un médico no puede pertenecer a la sanidad pública si no habla catalán no saldrá de su asombro. Paso a paso, territorio a territorio, los separatistas avanzan. Primero Cataluña, Galicia, País Vasco, Navarra, luego las Baleares y ahora le toca a la Comunidad Valenciana.

Por todo ello, hoy más que nunca es necesario proteger el español y es necesario hacerlo no sólo frente a los separatistas que pretenden arrinconarlo, sino también frente a quienes por dejadez o por sumisión se pliegan a los dictados de los primeros. Y esa defensa pasa no sólo por exigir el derecho a elegirlo como lengua vehicular en cualquier parte de España o por impugnar las imposiciones legales que priman las lenguas regionales en el acceso a la función pública, sino también por combatir hasta los más pequeños detalles como puede ser la rotulación de las vías públicas e, incluso, el correcto uso del español por parte de los medios de comunicación. Nos hemos llegado a acostumbrar a que en el uso del español se incluyan palabras en catalán o valenciano no sólo en lo referente a los topónimos, sino también en la denominación de las instituciones. Los políticos podrán legislar que el nombre oficial de Guipúzcoa es ahora Gipuzkoa o el de Lérida Lleida, pero cuando uno se expresa en español seguirán siendo Guipúzcoa y Lérida. Del mismo modo, el Síndic de Greuges es el Síndico de Agravios, el Conseller es el Consejero y la Generalitat, la Generalidad. Y no puede servir de excusa el que las denominaciones oficiales sean en valenciano. Igual de ridículo debería ser que un periódico titule que la “Queen Isabel sale de London” a que titule que “La Consellera de Sanidad de la Generalitat desoye al Síndic de Greuges”. Es hora de levantar la cabeza, de abandonar complejos y de reivindicar el valor de nuestra lengua común.

Santiago de Munck Loyola