La entrevista a José María Aznar
que publicó el Diario ABC hace unos días es sumamente interesante. Refleja en
gran parte el sentir de muchos antiguos votantes del Partido Popular y de buena
parte de los que aún siguen siéndolo. Se trata de un ejercicio de crítica
interna expuesto en términos que sólo a él, por ser quien es, se lo puede
tolerar la implacable maquinaria popular con las voces críticas. Entre otras
cosas, Aznar señala al Partido Popular “una
rectificación enérgica, creíble y suficiente para recuperar al electorado”
porque que “hoy no sabe si el Partido
Popular defiende la vida o el aborto, la unidad de España o la presencia de
Bildu en las instituciones, las clases medias o la presión fiscal”. Lo que
hoy subraya José María Aznar es lo mismo que llevamos diciendo muchos desde
hace tiempo, lo que opina gran parte de las bases y del electorado natural de
este partido cuyas estructuras han venido impidiendo la permeabilidad de estas
opiniones y la comunicación de abajo a arriba.
Para el Presidente de Honor del
Partido Popular hay tres ejes políticos que han sido puestos en cuestión por el
propio partido durante los últimos años, “Lo
que pasa es que el PP estaba representado por tres cuestiones claras: un ADN
muy identificable, que en gran medida se ha perdido. Mucha gente se pregunta
qué es el PP y no encuentra respuesta satisfactoria. Nuestra segunda seña era
la unidad de todo lo que estaba a la derecha de la izquierda, no había
competidores en ese espacio. También se ha perdido eso. Y en tercer lugar,
teníamos una unidad interna extraordinariamente sólida hecha sobre un proceso
de suma y de inclusión permanente en la historia del partido. Esos tres pilares
han sido puestos en cuestión”. Y a ello añade “no hay electorados cautivos, no hay votos cautivos, ni siquiera el mío.
Mi voto no es cautivo. Los electorados se respetan. Los compromisos se cumplen.
Al ciudadano se le escucha. No hay votos prisioneros”.
Hay, por tanto, un grave problema
de identidad, de valores. Cuando un partido se convierte en una simple máquina
de ganar elecciones difumina su identidad con el fin de atrapar al máximo
número posible de votantes y la consecuencia inevitable, con el paso del tiempo
y con la falta de debate y de renovación interna, es que la imagen ideológica y
electoralista difuminada termina por convertirse en la esencia ideológica, es
decir, el cartel termina pos sustituir al ideario, a la esencia. El Partido
Popular se ha convertido en un partido “atrápalo todo”, siguiendo la definición
de Vernon Bogdanor, y se caracteriza por una disminución de su consistencia
ideológica, por una menor presencia de la militancia, por un mayor peso de la
élite dirigente y por la presencia en su seno de grupos de intereses plurales.
De ahí que ante la pérdida de identidad ideológica y el consecuente
incumplimiento programático, muchos electores, inmersos en un panorama político
fuertemente ideologizado por la larga crisis, hayan optado por abandonarlo. No
hay, a diferencia de lo que dice Aznar, una pérdida de la centralidad, supuestamente
compartida ahora con Ciudadanos, sino una pérdida de la empatía ciudadana. El
centro político es siempre relativo y cambiante en función de los extremos y
carece de perfiles ideológicos o valores fijos.
Al Partido Popular se le otorgó
en 2011 una mayoría clara para gobernar y gobernar no es sólo administrar la
crisis económica y, para colmo, con recetas ajenas. En 2011 se otorgó una
mayoría absoluta a un partido que decía defender el derecho a la vida, que
repudiaba la presencia de los socios de los asesinos en las instituciones, que
se presentaba como el único con un discurso nacional para vertebrar el
territorio resolviendo el problema del agua o de las infraestructuras, que iba
a poner orden en el insostenible tinglado autonómico, que iba a defender a las
familias y a la clase media o que iba a garantizar la igualdad de los derechos
de los españoles en cualquier parte del territorio nacional. A la vista de los
resultados, de la no política realizada parece que fue un voto baldío. Y si a
ello se suma la falta de contundencia frente a la corrupción no hay que ser un
adivino para vaticinar un cuarto NO al Partido Popular en noviembre.
Que el Partido Popular debe
reconstruirse o refundarse es más que evidente, pero lo que no está tan claro
es que pueda hacerse de la mano de quienes hoy lo dirigen y con los Estatutos
vigentes. Que el votante de centro derecha necesita una alternativa al Partido
Popular mientras este no se regenere también es más que evidente. Entre el
frustrado proyecto inicialmente moderado de VOX, embarrancado en el
autoritarismo y el radicalismo, y el actual Partido Popular, anclado en la
indefinición ideológica y la falta de regeneración, hace falta una tercera vía,
una vía con un claro perfil liberal, moderado, democrático, social y sin
complejos en la defensa de sus valores. Una tercera vía que puede y debe nacer
desde abajo, de la generosa conjunción de la multitud de pequeños partidos
nacionales, provinciales o locales nacidos del desencanto popular. Cinco meses
quedan para las elecciones generales, cinco meses para intentar hacer realidad
esa #terceravía. Es una responsabilidad individual y colectiva intentarlo. Se
puede y se debe.
Santiago de Munck Loyola