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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Con el dinero público, el que no corre vuela.

En estos días estamos presenciando algunas noticias sobre diferentes actitudes de políticos en torno al uso y destino de los fondos públicos. Algunas no son muy edificantes, como la de ese Alcalde que cargaba sus sesiones de “trabajo” en los lupanares a la tarjeta de crédito del Ayuntamiento o la de ese otro Alcalde que se dedicaba a enviar mensajes sms con el móvil del Ayuntamiento a un concurso para intentar ganar en sorteo un Porsche que como vehículo oficial seguro que mola un montón.

Y qué decir sobre todas las noticias que van apareciendo en torno a los magníficos negocios del yerno de Su Majestad el Rey, fraguados y alimentados con los presupuestos públicos. Algunos están empeñados en no reconocer el incuestionable papel del Sr. Urdangarín para reactivar el decaído sector inmobiliario. De los despachos en gasolineras, mejor no hablar de momento.

Y junto a estas noticias hay otras que en un sentido contrario suponen una nueva forma de enfocar el uso de los fondos públicos o, al menos, un intento de ello. Hemos conocido que dos diputados de IU, no todos como señalaban algunos medios de comunicación, los Sres. Cayo Lara y Alberto Garzón han sido los primeros en la historia de la Cámara que han renunciado al fondo de pensiones privado que paga el Congreso a los parlamentarios. Un buen gesto, pero tan sólo un gesto insuficiente respecto a los privilegios de la clase política y en concreto de los parlamentarios. ¿Van a seguir manteniendo sus señorías sus privilegios? ¿Van a seguir cotizando menos años que los demás para cobrar la pensión máxima a la jubilación? ¿Además del sueldo les tenemos que seguir pagando un portátil, un móvil y un iPad? ¿No alcanzan sus sueldos para comprarse los útiles necesarios para hacer su trabajo? ¿Van a seguir cotizando en el IRPF como si fuesen mileuristas? ¿Van a poder seguir cobrando de varias fuentes a la vez o van a aplicarse incompatibilidades rigurosas?

De otra parte, el Presidente de la Generalidad Valenciana, el Sr. Fabra, ha recomendado a los altos cargos que no gasten más de 20 € en la comida diaria. Buen gesto también pero no cabe más remedio que preguntarse ¿por qué los contribuyentes hemos de pagar la comida diaria de los altos cargos? ¿No llegan sus sueldos como para que se paguen de su bolsillo la comida al igual que hacen todos los funcionarios y empleados públicos a los que se ha venido recortando el sueldo? ¿A cuántos altos cargos paga la Generalidad la comida diariamente? ¿A cuánto asciende anualmente la nutrición pública de los altos cargos valencianos?

En otro alarde de supuesta ejemplaridad, el Sr. Arenas acaba de proponer también que se prohíban las tarjetas de crédito con cargo a las Administraciones Públicas. Buen gesto, pero, una vez más, insuficiente. Dicen que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Y es cierto. Con buenas intenciones como éstas no vamos a ningún sitio bueno. La clase política debe, de una vez, encarar y resolver los problemas que generan su mala imagen.

Los contribuyentes tenemos derecho a que los fondos públicos sean tratados con rigor y, sobre todo, con transparencia. Hoy en día la clase política se ha ocupado muy bien y solidariamente de que sea muy difícil conocer con exactitud sus ingresos reales, los privilegios de distinta índole que se vienen otorgando a si mismos, el número de coches oficiales existentes, el número, función y retribuciones de los miles de asesores que pululan por las administraciones públicas o, simplemente,  el número de teléfonos móviles repartidos a diestra y siniestra y pagados por los ciudadanos. Y mientras no se apruebe un Estatuto para los cargos públicos ejemplarizante vamos a seguir así, facilitando toda clase de abusos mientras el nivel de vida del conjunto de la población sigue descendiendo de forma alarmante. Con lo que hay, desde un modesto concejal de pueblo hasta el mismísimo yerno del Rey se sirven de los fondos públicos y, al parecer, no siempre de forma ejemplar.

Santiago de Munck Loyola

lunes, 25 de julio de 2011

La perdiz electoral mareada y con náuseas.

Decididamente, los calores estivales están haciendo mella en las neuronas de nuestros políticos. Si no es así, no hay manera de comprender lo errático y descerebrado de muchas de las declaraciones con que nos están obsequiando estos días en torno a la necesidad o no de adelantar las elecciones generales, habida cuenta el agotamiento de la presente legislatura.
El Partido Popular ha venido reclamando desde hace meses el adelanto electoral. Todos y cada uno de sus dirigentes no desaprovechan ocasión alguna para reclamar la convocatoria inmediata de las elecciones. Hace unos días, Esperanza Aguirre era entrevistada en Alemania sobre el sistema alemán de formación profesional y sobre las prácticas de los estudiantes en las empresas y al valorar dicho sistema introducía, como quien no quiere la cosa, la necesidad de elecciones generales. Y como ella, todo los líderes populares. Entienden, y no les falta razón, que la legislatura está agotada y que su prolongación sólo puede seguir ocasionando más perjuicios a la delicada situación económica y social del país.
Sólo hay dos formas de convocar elecciones generales, competencia exclusiva del Presidente del Gobierno: o las convoca Zapatero de forma inmediata lo cual exigiría una grandeza política y personal de las que carece el Sr. Presidente o las convoca un nuevo Presidente elegido ex profeso mediante una moción de censura. No hay vuelta de hoja. Zapatero ya ha deicho que su intención es agotar la legislatura para acometer más reformas, a pesar de que hace tan sólo tres meses decía que ya no había más reformas (más recortes sociales) que hacer.
Por tanto, la pelota está en el tejado del Partido Popular. Si el Partido Popular quiere y está convencido de que son necesarias unas elecciones generales tiene la obligación política y moral de presentar una moción de censura, con Rajoy de candidato o con un tercero, con un único programa de gobierno: la convocatoria de elecciones. Esto es tan evidente que hasta el más torpe de los dirigentes populares lo sabe. Es, díganlo o no, una cuestión de patriotismo.
Por eso no se entiende el cruce actual de declaraciones. Aparece el Sr. Durán Lleida (o Lérida para los hispano parlantes) quien, por otra parte estaría encantado de ser ministro de un Gobierno del Partido Popular, y dice que su partido apoyaría ahora una moción de censura. Bueno, bien, más vale tarde que nunca. Y, a continuación el Sr. Pons rechaza una posible moción de censura al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como planteaba el portavoz de CiU, al entender que hay «otros mecanismos políticos» como, por ejemplo, «tratar de convencer» a PNV para convocar elecciones. Pero, alma de cántaro, si el PNV no puede convocar elecciones y lo sabes, sólo puede hacerlo Zapatero y aunque el PNV no apoye los próximos presupuestos tampoco esa circunstancia obliga a Zapatero. Pons recuerda a CiU que «ha tenido muchas oportunidades» para convocar elecciones y, sin embargo, las «ha dejado pasar». Así, y en alusión ala moción de censura, aseguró que no es necesario «llegar tan lejos», puesto que hay otros «mecanismos» para llevar a cabo esta «exigencia nacional». ¿A qué juega el Sr. Pons? Si la situación de emergencia nacional es tan grave como para tener que adelantar las elecciones y el Sr. Zapatero se niega a ello, no hay más mecanismos que la moción de censura. De nada sirve engañar a los ciudadanos ni andar realizando reproches sobre oportunidades perdidas. Lo inteligente, lo patriótico es aceptar el ofrecimiento y ponerse manos a la obra, aunque se pierda.
Claro que no es el único en decir semejantes cosas. El argumentario es el mismo para todos y el Sr. Soria pone eco a las palabras de Pons y repite "CiU tuvo ya una oportunidad para haber propiciado el final de la agonía política de Zapatero" y el Sr. Arenas recalca que el apoyo de CiU a una moción de censura "llega tarde". ¡Qué oportunidad desperdiciada para estar callados!
Entre unos que no quieren adelantar las elecciones, otros que antes no querían adelantar las elecciones y que ahora se ofrecen para adelantarlas y otros que siempre han querido adelantarlas pero que ahora les falta lo que hay que tener para ponerse a ello, la perdiz electoral está más que mareada y los ciudadanos, mientras tanto, a padecer el continuo espectáculo de los políticos y las terribles consecuencias de su ineptitud.
Santiago de Munck Loyola