“Sí a la libertad en la Educación”.
“Vosotros ya no sois nada, vuestros hijos ya son nuestros”. Esta
frase de Adolfo Hitler dirigida a los padres de los niños y jóvenes alemanes a
propósito de la educación y de las escuelas de la élite nazi retrata
perfectamente la finalidad del Estado nacional socialista: adoctrinar y moldear
la mente de los educandos al servicio absoluto de su ideología. El individuo no
importa, la familia no importa y solo el omnipotente Estado decide qué han de
pensar e incluso sentir los niños puestos obligatoriamente bajo su tutela. Es
evidente que este objetivo, el de modelar las mentes de los niños al servicio
de una determinada ideología, no es exclusivo de los nazis sino que es común a
todas las ideologías políticas totalitarias desde el fascismo italiano al comunismo
soviético o chino. Da igual, la enseñanza pública, transformada en educación
pública, es puesta al servicio de la ideología dominante para inculcar
determinados valores o principios y sustrayendo ese derecho a la familia, a los
progenitores.
Los términos enseñanza y
educación se confunden y se suelen usar de forma indistinta. Enseñar es
transmitir conocimientos evaluables y programados por etapas cuya
responsabilidad recae principalmente en el profesorado. Educar es formar en valores,
creencias e ideas, una responsabilidad de los padres principalmente. Sin
embargo, no son pocos los padres los que suelen delegar gran parte de la
educación en la escuela y no son pocas las ocasiones en las que se plantean verdaderos
conflictos entre los valores y creencias familiares y los transmitidos por la
escuela pública. Del mismo modo, hay una tendencia muy peligrosa a extender el
ámbito de los contenidos de la educación en la enseñanza más allá de los
valores constitucionales de la convivencia, adentrándose en el terreno de las
ideologías partidistas.
Y a propósito del debate surgido
en la Comunidad Valenciana en torno a los recortes a la enseñanza concertada
impulsados por el tripartito, un portavoz podemita de Orihuela ha recordado, en
defensa de su peculiar concepto de la libertad, el siguiente texto: se exigen ciertas políticas “en nombre de la
libertad de los padres para elegir la enseñanza de sus hijos, como si la
cuestión no fuera, más bien, exactamente la contraria: el derecho que deben
de tener los hijos a librarse de los prejuicios y de la ideología de sus
padres, gracias a un sistema de instrucción pública controlado por la sociedad
civil mediante oposiciones y tribunales bien legislados." No, no
se trata de un texto de Adolfo Hitler ni de Alfred Rosenberg. Es un texto
de Carlos Fernández Liria, filósofo e ideólogo de Podemos, ese partido que en
su programa sugería que los miembros del poder judicial deberían ser adictos a
un hipotético régimen podemita bolivariano. Vamos, más claro el agua. La
libertad en la enseñanza para esta nueva izquierda que cogobierna la Comunidad
Valenciana consiste en “liberar” a los hijos de la ideología de sus padres, de
sus valores éticos y religiosos, y moldearles la mente a su antojo utilizando
la escuela pública, usando el dinero de todos los contribuyentes. Y de ahí que
sea imprescindible para ellos recortar la escuela concertada. Si no se les
paran los pies, lo harán, poco a poco, paso a paso. Todo ello acompañado con
inmersión, perdón, imposición lingüística y pancatalanismo a cucharadas. No
existe independentista, nacionalista o totalitario que no reclame en primer
lugar el control absoluto sobre la enseñanza. Y en una generación, Alicante
convertida en colonia de los países catalanes.
Se está acentuando un peligroso
proceso dirigido contra las libertades. Un proceso que cuestiona la libertad de
pensamiento, de creencias y que se plasma perfectamente en el campo de la
educación como instrumento de dominio ideológico. No es momento de engañarse. Están
entre nosotros y desprecian la libertad. No hay que subestimar el objetivo de
estos supuestos “progres” que, a la hora de hablar de libertad seguramente
compartirán la respuesta que Lenin dio a Fernando de los Ríos en 1920 cuando a
la pregunta de cuándo permitiría su gobierno la libertad de los ciudadanos, le
espetó "¿Libertad para qué?".
Santiago de Munck Loyola