Quedan tres meses para la
celebración de las próximas elecciones generales que decidirán el futuro de
nuestra nación. Todos los partidos están ya sumergidos en los preparativos para
esa cita, se suceden los contactos entre distintas fuerzas políticas afines
para la constitución de coaliciones o acuerdos y en todos se aprecian
movimientos personales para situarse bien en la confección de las listas al
Congreso y al Senado.
Serán sin duda unas elecciones
cruciales y todas las posibilidades, hoy por hoy, están abiertas. El
bipartidismo pasa por uno de los momentos más bajos de su historia. Las nuevas
fuerzas emergentes como Ciudadanos o Podemos parece que, si hay que creerse las
encuestas, han frenado su ascenso. Izquierda Unida anda mendigando un hueco en
las listas de Podemos. UPyD no parece levantar cabeza y Vox no logra
recuperarse para rozar ni siquiera los
resultados de las últimas elecciones europeas. Los votantes indecisos y los
abstencionistas declarados constituyen, hoy por hoy, la primera fuerza política
de España. Y del resultado de las elecciones autonómicas catalanas del próximo
27 de septiembre dependerán también muchas cosas de cara a las elecciones
generales.
El centro derecha anda más
descompuesto que nunca. El Partido Popular, su principal representante, ha
decidido taparse sus vergüenzas envolviéndose en la bandera del miedo a los
gritos de “que vienen los rojos” o “nosotros o el caos”. Agitación del miedo,
cambios estéticos, nuevas caras pero todo sin acometer realmente su problema
principal, la falta de regeneración democrática.
Así las cosas, con ser muy
importantes estas elecciones para el conjunto de España, lo son especialmente
para la Provincia
de Alicante. Una gran parte de los ciudadanos de la Provincia somos conscientes
de que tanto el Estado como la Generalidad
Valenciana no nos tratan con justicia. La mayoría tiene la
sensación de que Alicante recibe menos de lo que le corresponde pero, hasta
ahora, hemos sido incapaces de transformar esa sensación de injusticia en una
acción política reivindicativa. Unos y otros han usado el maltrato a Alicante
como simple arma dialéctica según estuviesen en el gobierno o en la oposición,
pero no han sido capaces de plantar cara donde hiciese falta practicando un
alicantinismo que rebasase el puro folclore. Solo hay que ver el cinismo de
quien era vicepresidente del Consejo de la Generalidad , Sr. Ciscar, al ponerse a enarbolar
la defensa de nuestra provincia a la semana de cesar en su cargo.
Por ello, estas elecciones
generales representan una oportunidad histórica para nuestra provincia, para
practicar el alicantinismo como acción reivindicativa de los derechos y
oportunidades que nos han quitado. Los datos y las cifras son incontestables,
tenemos peor sanidad, peor educación, peores servicios sociales y peores
infraestructuras que la medida española, siendo la quinta provincia por población y por PIB. El Estado y la Generalidad
Valenciana tienen una deuda histórica (económica) con nuestra
Provincia y cuyo pago debe ser exigido con firmeza.
A pesar de los localismos que
tanto pesan en muchos de nuestros pueblos, Esperanza Ciudadana, único partido
provincial, ha realizado un llamamiento por escrito a otras fuerzas políticas
para construir esa alternativa netamente alicantina que, desde la más absoluta
lealtad a España, defienda a nuestros conciudadanos en el parlamento español.
Es la hora de la generosidad política, de la amplitud de miras, del compromiso
con la gente de nuestra tierra y de superar miedos y recelos. Alicante puede y
debe tener voz propia en Madrid. Y sería suicida esperar a que los de siempre,
los que deben su sillón a los de arriba, se decidan a defender a todos los
alicantinos. Nunca lo han hecho.
Santiago de Munck Loyola