Da igual lo que haga este
Gobierno que para el PSOE y la mayoría de los grupos de la oposición siempre
estará muy mal. Ya se trate de reformas sanitarias, económicas, laborales o,
como en los últimos días, educativas los actuales dirigentes socialistas se
opondrán, dirán no y pondrán el grito en el cielo rasgándose las vestiduras.
Parece que han diseñado una actitud opositora exacerbada llevando sus negativas
hasta hipérboles repetitivas que están terminando por acabar con cualquier atisbo
de credibilidad de sus mensajes, si es que alguna vez han tenido alguna tras su
paso arrasador por el Gobierno de España. Hemos pasado de las conjunciones
planetarias pajinescas a un permanente, machacón, aburrido e increíble “quieren
acabar con todo”. Anteayer era acabar con los derechos de los trabajadores,
ayer acabar con la sanidad pública, después acabar con la educación pública y
ahora con la igualdad de oportunidades en la educación. Tenemos una oposición
casi nihilista. Nada de lo que proponga o haga el Gobierno del Partido Popular
es mínimamente aceptable para esta oposición y la más mínima iniciativa
legislativa del Gobierno es judicializada por los socialistas que así esperan
poder conseguir lo que las urnas les han negado, la legitimidad para gobernar.
Es evidente que una oposición que se niega a dialogar, a intentar llegar a
acuerdos y consensos mínimos con quienes han obtenido el respaldo mayoritario
para gobernar sólo tiene dos caminos para lograr su principal propósito (que no
mejore nada) intentar bloquear al gobierno en los tribunales y usar las calles
y la coacción si es preciso.
El PSOE, tras dos años de
parálisis renovadora en su interior como si no fuera necesario depurar
responsabilidades internas por su sonado fracaso en noviembre de 2011 y a la
vista de la herencia dejada, se ha instalado en una oposición chillona y poco
eficaz que día a día pierde credibilidad ciudadana a la vista de la encuestas,
haciendo realidad el dicho de Andreotti “el
poder desgasta sobre todo al que no lo tiene”.
Todo esto lo estamos comprobando,
una vez más, a propósito de la reforma educativa y del nuevo sistema para la
concesión de becas. Somos el país europeo que gasta más en educación y uno de
los que peores resultados cosecha. Pues algo habrá que hacer, pero lo que no se
puede hacer es seguir como estamos, con una legislación educativa cuyos pobres
resultados son evidentes y con un sistema que se muestra incapaz de alcanzar
parámetros de eficacia y excelencia, pese a los ingentes recursos públicos
destinados al mismo. En el contexto de esta vorágine opositora destructiva nada
más fácil que hacer demagogia con las becas. Da igual y es inútil que el
Ministro de Educación anuncie que en 2014 se incrementarán las partidas
destinadas a las becas en un 20%. Para los socialistas y sus satélites se trata
simplemente de una mentira, aunque no exista aún un borrador de las cuentas
presupuestarias para el próximo ejercicio. Da igual también que la reforma
pretenda vincular el sistema de concesión del dinero de los contribuyentes a
los estudiantes a dos parámetros de sentido común: el nivel de renta del
solicitante y su rendimiento académicos. Para los socialistas es simplemente
inaceptable, quiebra, según ellos, el principio de igualdad de oportunidades.
En este contexto parece que toda
pretensión de intentar dialogar y de llegar a acuerdos con la oposición es
inútil. Una oposición que niega de facto legitimidad al gobierno para
introducir reformas más que necesarias y urgentes no estará nunca por la labor.
Y los ciudadanos tenemos que seguir tomando buena nota de ello. Hay quien
quiere que se siga tirando nuestro dinero manteniendo un sistema de becas
injusto e ineficaz en lugar de intentar reformarlo. Deben seguir pensando que
el dinero público no es de nadie.
Santiago de Munck Loyola